sábado, 6 de noviembre de 2010

Noveno día

Tema: María, modelo y tipo acabado de Iglesia.


Intención del día: En el plan divino de salvación para el hombre, que se realiza en la Iglesia a través del tiempo, María fue predestinada para ser Madre de Dios, y a la vez, o en consecuencia, tipo acabado de la Iglesia.  El P. Francisco descubre que ella es el espejo en que se reflejan todas las perfecciones de la Iglesia; el modelo perfecto de su santidad y de pureza.
Pidamos al Señor, que María, Madre confidente, tipo de la Iglesia y modelo de mujer consagrada nos anime y acompañe en nuestra entrega diaria. Que podamos descubrir en ella lo que significa escuchar, meditar la Palabra y vivir cercanas a las necesidades de los hermanos.

Iluminación Bíblica:

“El sexto mes envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen llamada María… Alégrate llena de gracia, el Señor está contigo… No temas, María, que gozas del favor de Dios. Mira concebirás y darás a luz un hijo a quien llamarás Jesús…
Respondió María, “Yo soy la esclava del Señor, que se cumpla en mí tu Palabra”. cfr. (Lc. 1, 26-38)

 Meditación:

“Siendo la Iglesia, esto es Dios y los prójimos, el último termino de amor, designado al corazón humano, y por lo mismo aquella belleza indescriptible, infinitamente amable, capaz de llenar todo el inmenso vacío que el amor deja sentir en el fondo del corazón del hombre, a fin de que esa Virgen, toda pura y siempre joven fuera conocida del hombre peregrino sobre la tierra, Dios en su sabia providencia creó un tipo perfecto que representara su pureza, su virginidad, su maternidad y fecundidad y su belleza. Y al efecto convino que esa mujer fuera Virgen, Inmaculada, siempre pura y Madre, y que tanto en el orden moral como en el físico reuniera todas las dotes, todas las gracias y todas las perfecciones que son posible en una pura criatura. Tal fue y tal es la Virgen María, Madre de Dios; es ella un espejo limpísimo donde el hombre puede contemplar la Iglesia Santa. Y así como por Cristo vamos al Padre, por María, nuestro corazón eleva la llama de su amor hacia su cosa amada, que es la Iglesia. Cuanto se predica y dice de las glorias de María, todo conviene de una manera más sublime a la Iglesia Santa. Ha dispuesto Dios que en la pureza, virginidad y maternidad de María viera el miserable mortal la pureza, virginidad y maternidad de la Iglesia Santa”. (MR. 11, 21)


Silencio, reflexión personal.

Oración final: