Los signos en la vida humana
Vivimos en un
mundo hecho de realidades materiales llenas de simbolismo: la luz, el fuego, el
agua.
Existen también,
en la vida de cada día experiencias de relación entre los seres humanos, que
expresan y simbolizan cosas más profundas, como el compartir la comida (signo
de amistad), participar en una manifestación masiva (signo de solidaridad),
celebrar juntos un aniversario nacional (símbolo de identidad).
Tenemos necesidad
de signos o símbolos que nos ayuden a comprender y vivir de hoy o de ayer, y
nos den conciencia de lo que somos como personas y como grupos.
Los signos en la vida cristiana
Jesús es el gran
don y signo del amor del Padre. Él estableció la Iglesia como signo e
instrumento de su amor. En la vida cristiana hay también signos. Jesús los
utilizó: el pan, el vino, el agua, para hacernos comprender realidades
superiores que no vemos ni tocamos.
En la celebración
de la Eucaristía y de los sacramentos (bautismo, confirmación, reconciliación,
matrimonio, orden sacerdotal, unción de los enfermos) los símbolos (agua,
aceite, imposición de manos, anillos) expresan
su sentido y nos introducimos en
una comunicación con Dios, presente a través de ellos.
Además de los
signos litúrgicos, existen en la Iglesia otros, ligados a un acontecimiento, a
una tradición, a una persona. UNO DE ELLOS ES EL ESCAPULARIO DEL CARMEN.
El escapulario, un signo mariano
Uno de los signos
de la tradición de la Iglesia, desde hace siete siglos, es el escapulario de la
Virgen del Carmen.
Es un signo
aprobado por la Iglesia y aceptado por la Orden del Carmen como manifestación
externa de amor a María, de confianza filial a ella y como compromiso de imitar
su vida.
La palabra “Escapulario”
indica un vestido superpuesto que llevaban los monjes durante el trabajo
manual.
Con el tiempo se
le fue dando un sentido simbólico: el de llevar la cruz de cada día, como
discípulos y seguidores de Jesús.
En algunas Órdenes
religiosas, como en el Carmelo, el Escapulario, se convirtió también en símbolo
de su manera de ser y de vivir.
El Escapulario
pasó a simbolizar la dedicación especial de los carmelitas a María, la Madre
del Señor, y a expresar la confianza en su protección maternal; el deseo de
imitar su vida de entrega a Cristo y a los demás. Se transformó en un signo Mariano.
De las Órdenes religiosas al pueblo de Dios
En la Edad Media
muchos cristianos quisieron asociarse a las Órdenes religiosas fundadas
entonces: Franciscanos, Dominicos, Agustinos, Carmelitas. Surgió un laicado
asociado a ellas, por medio de Cofradías y Hermandades.
Todas las Órdenes
religiosas quisieron dar a los laicos un signo de su afiliación y participación
en su espíritu y en su apostolado. Ese signo era una parte de su hábito: la
capa, el cordón, el escapulario.
Entre los
carmelitas se llegó a establecer el escapulario reducido en tamaño, como la
señal de pertenencia a la Orden y la expresión de su espiritualidad.
El valor y el sentido del escapulario
El Escapulario
hunde sus raíces en la tradición de la Orden, que lo ha interpretado como signo
de protección materna de María. Tiene, en sí mismo, a partir de esa experiencia
plurisecular, un sentido espiritual aprobado por la Iglesia:
v Representa el compromiso de seguir a Jesús, como María, el modelo perfecto de todo
discípulo de Cristo. Este compromiso tiene su origen en el bautismo que nos
transforma en hijos de Dios.
La Virgen nos enseña a:
v
Vivir
abiertos a Dios y a su voluntad, manifestada en los acontecimientos de la vida.
v
Escuchar
la Palabra de Dios en la Biblia y en la vida, a creer en ella y a poner en
práctica sus exigencias.
v
Orar
en todo momento, descubriendo a Dios, presente en todas las circunstancias.
v
Vivir
cercanos a las necesidades de nuestros hermanos y a solidarizarnos con ellos.
v
Introduce
en la fraternidad del Carmelo, comunidad de religiosos y religiosas, presente en la Iglesia desde hace
más de VIII siglos, y compromete a vivir el ideal de esta familia religiosa: la
amistad íntima con Dios en la oración.
v
Coloca
delante el ejemplo de los santos y santas del Carmelo, con lo que se establece una relación
familiar de hermanos y hermanas.
v
Expresa
la fe en el encuentro con Dios en la vida eterna, mediante la ayuda de la
intercesión y protección ante María.
Normas Prácticas
v
El
Escapulario es impuesto, sólo la primera vez, por un sacerdote o una persona
autorizada.
v
Puede
ser sustituido por una medalla que tenga por una parte la imagen del Sagrado
Corazón, y por la otra la de la Virgen del Carmen.
v
El
Escapulario exige un compromiso cristiano auténtico: vivir de acuerdo con las
enseñanzas del evangelio, recibir los sacramentos y profesar una devoción
especial a la Ssma Virgen que se expresa, al menos, con la recitación cotidiana
de tres avemarías.
FÓRMULA PARA LA IMPOSICIÓN DEL ESCAPULARIO
“Recibe este
Escapulario, signo de una relación espacial con María, la Madre de Jesús, a
quien te comprometes a imitar.
Que este
escapulario te recuerde tu dignidad de cristiano, tu dedicación al servicio de
los demás y a la imitación de María.
Llévalo como
señal de su protección y como signo de tu pertenencia a la familia del Carmelo,
dispuesto a cumplir la voluntad de Dios y a empeñarte en el trabajo por la construcción de un mundo
que responda a su plan de fraternidad,
justicia y paz.”