jueves, 9 de diciembre de 2010

Septimo día


Oración preparatoria:

“Señor, llama de amor ardiente,
tú que enseñaste secretamente tus misterios
a San Juan de la Cruz, permítenos que su ejemplo
e intercesión alimenten nuestro camino de oración,
y concédenos la gracia de servirte con fidelidad,
a través de todos nuestros pensamientos,
palabras y acciones”. Amén.

San Juan de la Cruz nos dice…

“Si la fe es para nuestras almas una luz, que nos permite ver lo invisible, entonces ¿porqué la comparamos con la oscuridad de media noche?
Es oscuridad del mismo modo que cualquier luz excesiva es una especie de oscuridad.
La luz de la fe por su grande exceso oprime y vence la luz del entendimiento.
La luz de la fe es como la luz del sol, tan luminosa cuando brilla, todas las otras luces parecen no ser luces.
La luz de la fe no mejora nuestra visión humana, la sobrepasa.
Descubrir la luz de la fe es como haber nacido ciegos, y luego ser introducidos a colores que nunca hemos visto.
Es llegar a ver de una forma completamente nueva.
Cuando miramos con los ojos de la fe, estamos viendo durante la noche.


Iluminación: (Jn. 20, 26-29)

Se presentó Jesús, a pesar de estar las puertas cerradas. Se colocó en medio y les dijo: “la paz esté con ustedes”. Después dice a Tomás: “mira mis manos y toca mis heridas, extiende tus manos y palpa mi costado, en adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”. Le contestó Tomás: “Señor mío y Dios mío”
Le dice Jesús: “porque me has visto has creído; felices los que creen sin haber visto”

Silencio, oración personal.
Rezamos: Padre Nuestro; Ave María; Gloria…

Oración final:

“Señor, Dios nuestro, que hiciste de San Juan de la Cruz, nuestro padre, un modelo de abnegación evangélica y un perfecto amador de Cristo crucificado, concédenos que, siguiendo su ejemplo y su doctrina, lleguemos hasta la contemplación eterna de tu gloria”. Amén