martes, 7 de diciembre de 2010

Quinto día



Oración preparatoria:

“Señor, llama de amor ardiente,
tú que enseñaste secretamente tus misterios
a San Juan de la Cruz, permítenos que su ejemplo
e intercesión alimenten nuestro camino de oración,
y concédenos la gracia de servirte con fidelidad,
a través de todos nuestros pensamientos,
palabras y acciones”. Amén.

San Juan de la Cruz nos dice…

“Cuando Dios mandó a Moisés (Ex. 34,3) que subiese al monte a hablar con él, no solamente le ordenó que subiese solo, dejando abajo a los hijos de Israel, pero que ni aun las bestias paciesen delante del monte. Quería darle a entender que el propósito de la subida era estar sólo con él, sin otros deseos, sin otras distracciones.
Lo mismo ocurrió cuando el patriarca Jacob queriendo subir al monte Betel a edificar allí a Dios un altar para ofrecerle sacrificio, (Gn. 35, 2) primero mandó a toda su gente que arrojasen de sí todos los dioses extraños, se purificasen, y mudasen sus vestiduras.
Nuestro propio camino y subida hacia Dios requiere lo mismo de nosotros: un continuo cuidado de hacer cesar y mortificar los deseos; y tanto más llegaremos a Dios, cuanto más prisa nos diéremos en esto.
Mas hasta que cesen nuestros deseos, no llegaremos a la cima, por más que ejercitemos las virtudes, porque nos falta conseguirlas en perfección, la cual consiste en tener el alma vacía y desnuda y purificada de todo deseo”

Iluminación: (Is. 2, 3.5)

“Hacia Él confluirán las naciones, caminarán pueblos numerosos. Dirán: vengan, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob: Él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas, porque de Sión saldrá la ley; de Jerusalén la Palabra del Señor.
Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor”

Silencio, oración personal.
Rezamos: Padre Nuestro; Ave María; Gloria…

Oración final:

“Señor, Dios nuestro, que hiciste de San Juan de la Cruz, nuestro padre, un modelo de abnegación evangélica y un perfecto amador de Cristo crucificado, concédenos que, siguiendo su ejemplo y su doctrina, lleguemos hasta la contemplación eterna de tu gloria”. Amén