domingo, 12 de diciembre de 2010

Noveno día


Oración preparatoria:

“Señor, llama de amor ardiente,
tú que enseñaste secretamente tus misterios
a San Juan de la Cruz, permítenos que su ejemplo
e intercesión alimenten nuestro camino de oración,
y concédenos la gracia de servirte con fidelidad,
a través de todos nuestros pensamientos,
palabras y acciones”. Amén.

San Juan de la Cruz nos dice…

“La noche del alma comienza en el momento en el que miramos alrededor y vemos que todas las cosas del cielo y de la tierra, a las cuales estamos tan firmemente apegamos, comparadas con Dios, nada son.
“Miré a la tierra”, dice Jeremías, “y estaba vacía, y ella nada era y a los cielos, y vi que no tenían luz” (Jer.4, 23) Comprendemos en ese momento que nuestras aficiones a estas cosas son apegos a los que es menos que nada. Son impedimentos para alcanzar a Dios y transformarnos en Él.
Entendemos que nunca comprenderemos la verdad, mientras dependamos de nuestros propios sentidos, que nunca comprenderemos a Dios mientras estemos apegados a sus criaturas.
Toda la hermosura de las criaturas, comparadas con la infinita hermosura de Dios, es fealdad.
Y toda la bondad de las criaturas del mundo, comparada con la infinita bondad de Dios, se puede llamar malicia.
Hasta que no nos purifiquemos de los apegos a las criaturas no estaremos en condiciones de poseer a Dios, ni en esta vida, ni en la otra.

Iluminación: (Col. 1, 15-17)
“Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda la creación, porque en Él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, tronos, dominaciones, principados, potestades: todo fue creado por Él y para Él, el existe con anterioridad a todo, y todo tiene en Él su consistencia”


Silencio, oración personal.
Rezamos: Padre Nuestro; Ave María; Gloria…

Oración final:

“Señor, Dios nuestro, que hiciste de San Juan de la Cruz, nuestro padre, un modelo de abnegación evangélica y un perfecto amador de Cristo crucificado, concédenos que, siguiendo su ejemplo y su doctrina, lleguemos hasta la contemplación eterna de tu gloria”. Amén