Lema del Congreso Americano Misionero
La Iglesia en América es la comunidad que se siente convocada por Jesús. De Él recibe el Espíritu y la paz. Oye su voz, ve sus manos, escucha sus palabras, comparte su pan y su amistad. De él aprende a amar e interpretar las Escrituras, cuyo corazón es el mismo Mesías que padeciendo entra en su gloria. Aprenden la sabiduría de los pobres y de los mártires, la sabiduría de Dios. Anuncia a Jesús, el viviente, como testigo de lo que ha visto, oído y experimentado, dejándose llevar por el Espíritu (Lc 24, 36-49).
Escucha, aprende y anuncia, son actitudes de espíritu evangélico grabadas por el Espíritu en el corazón de la comunidad de Jesús.
Escucha,…

Escucha el grito de los oprimidos y de las víctimas con la misma empatía y pasión de Dios por los pobres (Si 35, 13-15) y por el pueblo de Israel (Ex 3, 7-10).
Escucha los deseos humanos y divinos que albergan las personas en su obrar y en la intimidad más suya. Escuchar con respeto y corazón, otorgando benevolencia y confianza, creyendo en la bondad de la persona por encima de su error.
Escucha como lo hacía Jesús con los niños y pobres, hombres y mujeres, israelitas o extranjeros, creyentes o no. Escuchar es andar los mismos caminos; soñar y padecer lo mismo, sentir el amor, la pasión y la impotencia.
Escucha en amor, que Dios es uno, el Señor, misericordioso, a quien amar con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y todas las fuerzas (Lc 10,27). Escucha que todos son hermanos. Lo hace como oyente de la Palabra y de los planes de Dios, como el Siervo de Yahvé (Is 50,4), como María la Sierva del
Señor que desea se haga en ella su Palabra (Lc 1,38).
Aprende grabando y guardando en el corazón lo que ha visto y oído. Aprende con la memoria del pueblo y de la Humanidad, con la memoria de las maravillas de Dios realizadas en la creación y en la salvación.
Como Jesús aprende la inmediatez de la salvación de Dios en el deseo de una madre sirofenicia por la salud de su hija (Mc 7,24-30); en la intercesión de María a favor de unos novios para que su fiesta de bodas tenga alegría y vino; Jesús aprende a actuar más allá de lo previsto y adelanta “La Hora” de la salvación manifestando su gloria que suscita la fe de los discípulos (Jn 2,1-11).
Aprende cuando acepta no-comprender o andar en los provisorio mientras espera la claridad; cuando busca el porqué y el sentido del obrar humano y del obrar de Dios, de la misión encomendada siempre necesitada de novedad de expresión al ritmo de las configuraciones sociales y religiosas. Aprende cuando acoge el Misterio de Dios, de la vida, de las personas, incluso el misterio que es su propia persona.
Aprende en la paciencia y la espera del crecimiento y de la maduración, propio de la vida humana, de la iglesia y de la misión. Sabe permanecer día tras día, se deja sostener en la fidelidad; acompaña y sigue al Maestro. Aprende de todos: “El que no está contra nosotros, está por nosotros (Mc 9,40). Se aprende de la misma misión y de vivir día a día en el barrio, en la comunidad, en el trabajo. Se aprende en actitud contemplativa y admirativa ante la vida, acogiendo las enseñanzas de Jesús como María de Betania (Lc 10,38-42), y los discípulos en casa o por los caminos (Mc 4,34; 9,31); como María guardando y meditando con amor las cosas experimentadas y oídas en torno a su Hijo (Lc 2,17-19; 2,51).
Anuncia…

El anuncio viene de la experiencia transformadora, que siente necesidad de contar y comunicar, sin poder callar la felicidad de que rebosa. Así corre y proclama la mujer samaritana (Jn 4,28-30); Andrés cuenta a su hermano Pedro que ha encontrado al Mesías (Jn 1,42); María de Magdala a los discípulos: “He visto al Señor y me ha dicho esto” (Jn 20,18). No se puede contener, no se puede callar: “No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído” (Hech 4,20). Testigo apasionado por Jesús, lo ama, lo ha experimentado, ha cambiado su vida y desea que sea conocido y amado, “Ay de mi si no predico el Evangelio” (1Cor 9,16). Comparte en conversación amistosa y encuentro leal, en respeto a los demás y a las propias convicciones. Anuncia situándose en el campo del otro.
El anuncio une, a la experiencia de la Buena Noticia recibida, la sinceridad y el intento de coherencia en la propia vida siguiendo a Jesús y tomando el Evangelio como camino, orientación y vida. Anuncia desde la comunidad lugar de fraternidad, vida y fe. Es permanente siembra, en caminos, piedras, maleza y tierra fértil (Mc 4,3-8). La semilla de la palabra crece por sí sola (Mc 4,26-29). La cosecha no está en nuestras manos (Jn 4,37-38). Quien anuncia en verdad, sigue aprendiendo, sigue siendo discípulo; ir y venir. El Espíritu armoniza discipulado y misión.
Vamos al taller del “Maestro…
*Leer con profundidad el contenido de la ficha, seleccionando aquello que hace eco o moviliza desde dentro.
*Construye tu propia definición de estas actitudes evangélicas grabadas por el Espíritu en el corazón de la comunidad de Jesús: “Escucha, aprende y anuncia”
*Haz una descripción de cómo has vivido estas actitudes a lo largo de tu proceso como misionero. Escríbelo en fichas.
*Reúnete con tu grupo y comparte la reflexión de esta ficha