sábado, 30 de septiembre de 2017

Vigilia de Oración en torno a Teresita: "Seré el Amor"




Objetivo: Que los presentes revisen sus actitudes fraternas a la luz del Evangelio y del testimonio de Sta Teresita del Niño Jesús para vivir el don de la fraternidad con la determinación de Teresita y el ejemplo de Jesús.

Ambientación: Caritas felices y c/u  con el cartel: MISIONERO, SACERDOTE,  APÓSTOL, MÁRTIR, APÓSTOL, GUERRERO, DOCTOR, CRUZADO, ZUAVO PONTIFICIO, PROFETA, AMOR. Biblia con el texto de 1 Cor 12. Una vela encendida y la imagen de Sta Teresita con pétalos de rosas en su alrededor.

Introducción: Hoy nos reunimos en ésta vigilia de oración para prepararnos a la fiesta de  nuestra querida Sta Teresita del Niño Jesús. Su presencia sigue siendo inspiración de vida fraterna, caridad y
santidad. Vamos a pedir al Señor que nos regale la fuerza de su Espíritu para caminar hacia la santidad.


Canto de entrada:
“No tenemos miedo”(Filocalia)
No recibimos el Espíritu de Dios, para seguir viviendo esclavos
Sino que hijos adoptivos el Señor, nos hizo por su Hijo amado
Y es el Espíritu quien hoy, nos dice en nuestro corazón,
no tengan miedo de ser santos
Él a su lado nos llamó, y convocados por su amor,
todos unidos le cantamos

No tenemos miedo, no. No tenemos miedo, no.
No tenemos miedo, no. No tenemos miedo, no.

Cae la tarde, pierde el día su fulgor, y el miedo crece entre las sombras.
Pero en la noche, el creyente corazón espera el brillo de la aurora
Así despierto nuestro amor, espera el mensajero albor,
del día que ya está llegando
Sus centinelas somos hoy: testigos de ese nuevo sol,
que es Jesús Resucitado

Y así en Cristo alimentamos la esperanza
de construir la civilización del Amor.
Si el Amor de Dios inclina la balanza,
si a nuestro lado está, ¿Quién nos podrá enfrentar?

No tenemos miedo, no (x4)

Ya no podemos por la gracia del Señor, permanecer indiferentes
Ya no podemos resignarnos al dolor, a la miseria, a la muerte
Dios nos invita a iluminar, con nuestra vida pastoral,
las realidades en penumbras
Y es nuestra apuesta, nuestro plan el transformar la realidad,
con su presencia y con tu ayuda

No tenemos miedo, no. (x4)

Si en la balanza de este mundo y su dolor,
mas que el amor pesan las armas,
Si manda el dólar, si la guerra y la opresión,
nos acorralan la esperanza.
Aún hay oportunidad, para jugarnos de verdad,
para no darnos vencidos
Hay un camino que tomar, por los humildes, por la paz,
por la verdad de Jesucristo

Y así en Cristo alimentamos la esperanza
de construir la civilización del Amor.
Si el Amor de Dios inclina la balanza,
si a nuestro lado esta, ¿Quién nos podrá enfrentar?


MOTIVACIÓN
CUENTO “LA LIBRETA DE NUESTRA VIDA”
¿Has contado el tiempo de tu felicidad? En la libreta de nuestra vida.
Un día un hombre llegó a un lugar bello pero también misterioso que le llamó mucho la atención. El hombre entró a aquella colina y caminó lentamente entre los árboles y unas piedras blancas. Dejó que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de este paraíso multicolor.
Sobre una de las piedras, descubrió aquella inscripción: “Aquí yace Abdul Tareg, vivió cinco años, seis meses, dos semanas y tres días”.
Se sobrecogió un poco al darse cuenta que esa piedra no era simplemente una piedra, era una lápida. Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estuviera enterrado en ese lugar. Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta que la piedra de al lado tenía también una inscripción. Se acercó a leerla; decía: “Aquí yace Yamin Kalib”, vivió tres años, ocho meses y tres semanas.
El hombre se sintió terriblemente abatido. Ese hermoso lugar era un cementerio y cada piedra, una tumba. Una por una leyó las lápidas; todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto. Pero lo que más le conectó con el espanto fue comprobar que el que más tiempo había vivido sobrepasaba apenas los seis años.
Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar. El cuidador del cementerio, que pasaba por ahí, se acercó. "¿Qué pasa con este pueblo? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar?”, le preguntó al cuidador.
El anciano respondió: "Puede usted serenarse. Lo que sucede es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré: Cuando un joven cumple quince años, sus padres le regalan una libreta. Y es tradición entre nosotros que a partir de ese momento, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abra la libreta y comience a anotar en ella: a la izquierda, qué fue lo disfrutado en los pequeños y grandes detalles... a la derecha, cuánto tiempo duró el gozo interior, la felicidad, a pesar de las adversidades. Las tumbas que usted ve aquí, no son de niños, sino de adultos; y el tiempo de vida que dice la inscripción de la lápida, se refiere a la suma de los momentos que duró la verdadera felicidad de cada una de las personas que descansan en este lugar”.
“Así pues –prosiguió el anciano dando una palmada en la espalda de su interlocutor-, cuando alguien muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba, porque es, amigo caminante, el único y verdadero tiempo vivido”.
En cada detalle, en los buenos y amargos momentos, el tiempo que vivimos llenos de gozo por sabernos amados por Dios, por descansar nuestra alma en la esperanza que nos ofrece, es el tiempo que dura nuestra felicidad, y es el tiempo que dura la verdadera plenitud de nuestra vida.
Tu vida es como esa libreta en tus manos, ¡comienza a llenarla con lo mejor de ti y no dejes de hacerlo!

REFLEXIONAMOS
¿Qué nos enseña el cuento?
¿Qué siento que debería cambiar en mí?


MOMENTO DE LA PALABRA
Lectura de la Primera Carta de San Pablo a los cristianos de Corinto  (13, 1-7)
Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe.  Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada.  Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada.
 El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece,  no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido,  no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad.  El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

DAMOS LA PALABRA A TERESITA
“Ciertamente, estos tres privilegios son la esencia de mi vocación: carmelita, esposa y madre.
Sin embargo, siento en mi interior otras vocaciones: siento la vocación de guerrero, de sacerdote, de apóstol, de doctor, de mártir. En una palabra, siento la necesidad, el deseo de realizar por ti, Jesús, las más heroicas hazañas…
¡Oh Jesús, amor mío, mi vida!...¿Cómo convertir en realidad los deseos de mi pobrecita alma?...
Abrí las cartas de San Pablo con el fin de buscar una respuesta…La respuesta estaba clara… La caridad me dio la clave de mi vocación…
Entonces al borde de mi alegría delirante, exclamé:¡Jesús, amor mío…, al fin he encontrado mi vocación! ¡Mi vocación es el amor…!
En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor…Así lo seré todo…¡¡¡Así mi sueño se verá hecho realidad…!!!”

MOMENTO DE REFLEXIÓN GRUPAL
Trabajamos en grupos unos textos de la vida de Teresita, dialogamos sobre lo que nos enseña la santa y de cada texto escribimos una intención para la oración común

Texto 1: Teresita era el Amor con una hermana que no le caía bien
Hay en la comunidad una hermana que tiene el don de desagradarme en todo. Sus modales, sus palabras, su carácter me resultan sumamente desagradables. Sin embargo, es una santa religiosa, que debe de ser sumamente agradable a Dios.
    Entonces, para no ceder a la antipatía natural que experimentaba, me dije a mí misma que la caridad no debía consistir en simples sentimientos, sino en obras, y me dediqué a portarme con esa hermana como lo hubiera hecho con la persona a quien más quiero. Cada vez que la encontraba, pedía a Dios por ella, ofreciéndole todas sus virtudes y sus méritos.
    Sabía muy bien que esto le gustaba a Jesús, pues no hay artista a quien no le guste recibir alabanzas por sus obras. Y a Jesús, el Artista de las almas, tiene que gustarle enormemente que no nos detengamos en lo exterior, sino que penetremos en el santuario íntimo que él se ha escogido por morada y admiremos su belleza.
    No me conformaba con rezar mucho por esa hermana que era para mí motivo de tanta lucha. Trataba de prestarle todos los servicios que podía; y cuando sentía la tentación de contestarle de manera desagradable, me limitaba a dirigirle la más encantadora de mis sonrisas y procuraba cambiar de conversación.
    Con frecuencia también… como tenía que mantener relaciones con esta hermana a causa del oficio, cuando mis combates interiores eran demasiado fuertes, huía como un desertor.
Como ella ignoraba por completo lo que yo sentía hacia su persona, nunca sospechó los motivos de mi conducta, y vive convencida de que su carácter me resultaba agradable.
Un día, en la recreación, me dijo con aire muy satisfecho más o menos estas palabras: “¿Querría decirme, hermana Teresa del Niño Jesús, qué es lo que la atrae tanto en mi? Siempre que me mira, la veo sonreír”. ¡Ay!, lo que me atraía era Jesús, escondido en el fondo de su alma... Jesús, que hace dulce hasta lo más amargo... Le respondí que sonreía porque me alegraba verla (por supuesto que no añadí que era bajo un punto de vista espiritual). (Fuente: "Historia de un alma" de Santa Teresita del Niño Jesús)

Texto 2: Teresita era el Amor con una hermana anciana a la que debía ayudar y que era difícil de complacer.
 Recuerdo un acto de caridad que el Señor me inspiró hacer siendo todavía novicia. No fue nada importante, pero nuestro Padre, que ve en lo escondido y que mira más a la intención que a la importancia de la obra, ya me lo ha pagado sin esperar a la otra vida.
Era en la época en que sor San Pedro iba todavía al coro y al refectorio. En la oración de la tarde se ponía delante de mí. Diez minutos antes de las seis, una hermana tenía que encargarse de llevarla al refectorio, pues las enfermeras tenían en aquel entonces demasiadas enfermas para venir a buscarla a ella.
Me costaba mucho ofrecerme para prestar ese pequeño servicio, pues sabía que no era fácil contentar a la pobre sor San Pedro, que sufría tanto que no le gustaba andar cambiando de conductora. Sin embargo, no quería perder una ocasión tan hermosa de practicar la caridad, recordando que Jesús había dicho: Lo que hagáis al más pequeño de los míos, a mí me lo hacéis. Me ofrecí, pues, con mucha humildad a conducirla, ¡y no me costó poco trabajo conseguir que aceptara mis servicios! Al fin puse manos a la obra, y fue tanta mi buena voluntad, que el éxito fue completo.
Todas las tardes, cuando veía que sor San Pedro comenzaba a agitar su reloj de arena, sabía que eso quería decir: Vamos. Es increíble lo que me costaba hacer aquel esfuerzo, sobre todo al principio. Sin embargo, acudía inmediatamente, y a continuación comenzaba toda una ceremonia.
Había que mover y llevar la banqueta de una determinada manera, y, sobre todo, no ir de prisa. Luego venía el paseo. Había que ir detrás de la pobre enferma, sosteniéndola por la cintura. Yo lo hacía con toda la suavidad posible; pero si, por desgracia, ella daba un paso en falso, ya le parecía que la sostenía mal y que se iba a caer. «¡Dios mío, vas demasiado deprisa, voy a romperme la crisma!» Si trataba de ir más despacio: «¡Pero sígueme, no siento tu mano, me has soltado, me voy a caer! Ya decía yo que tú eras demasiado joven para acompañarme»
Por fin, llegábamos sin contratiempos al refectorio. Allí surgían nuevas dificultades. Había que sentar a sor San Pedro y actuar hábilmente para no lastimarla; luego, había que recogerle las mangas (también de una manera determinada); y entonces ya quedaba libre para marcharme.
Con sus pobres manos deformadas, echaba el pan en la escudilla como mejor podía. No tardé en darme cuenta de ello, y ya ninguna tarde me iba sin haberle prestado ese pequeño servicio. Como ella no me lo había pedido, esa atención la conmovió mucho, y gracias a esa atención, que yo no había buscado intencionadamente, me gané por completo sus simpatías, y sobre todo (lo supe más tarde) porque, después de cortarle el pan, le dirigía antes de marcharme mi más hermosa sonrisa. (Fuente: "Historia de un alma" de Santa Teresita del Niño Jesús)

Texto 3: Teresita era el Amor cuando oraba por las almas de los pecadores queriendo arrancarlas del fuego del infierno
Un domingo mirando una estampa de Nuestro Señor en la cruz, me sentí profundamente impresionada por la sangre que caía de sus divinas manos. Sentí un gran dolor al pensar que aquella sangre caía al suelo sin que nadie se apresurase a recogerla. Tomé la resolución de estar siempre con el espíritu al pie de la cruz para recibir el rocío divino que goteaba de ella, y comprendí que luego tendría que derramarlo sobre las almas...
También resonaba continuamente en mi corazón el grito de Jesús en la cruz: "¡Tengo sed!". Estas palabras encendían en mí un ardor desconocido y muy vivo... Quería dar de beber a mi Amado, y yo misma me sentía devorada por la sed de almas... No eran todavía las almas de los sacerdotes las que me atraían, sino las de los grandes pecadores; ardía en deseos de arrancarles del fuego eterno... Y para avivar mi celo, Dios me mostró que mis deseos eran de su agrado.
Oí hablar de un gran criminal que acababa de ser condenado a muerte por unos crímenes horribles. Todo hacía pensar que moriría impenitente. Yo quise evitar a toda costa que cayese en el infierno, y para conseguirlo empleé todos los medios imaginables.
Sabiendo que por mí misma no podía nada, ofrecí [46rº] a Dios todos los méritos infinitosde Nuestro Señor y los tesoros de la santa Iglesia; y por último, le pedí a Celina que encargase una Misa por mis intenciones, no atreviéndome a encargarla yo misma por miedo a verme obligada a confesar que era por Pranzini, el gran criminal.
Tampoco quería decírselo a Celina, pero me hizo tan tiernas y tan apremiantes preguntas, que acabé por confiarle mi secreto. Lejos de burlarse de mí, me pidió que la dejara ayudarme a convertir a mi pecador. Yo acepté, agradecida, pues hubiese querido que todas las criaturas se unieran a mí para implorar gracia para el culpable.
En el fondo de mi corazón yo tenía la plena seguridad de que nuestros deseos serían escuchados. Pero para animarme a seguir rezando por los pecadores, le dije a Dios que estaba completamente segura de que perdonaría al pobre infeliz de Pranzini, y que lo creería aunque no se confesase ni diese muestra alguna de arrepentimiento, tanta confianza tenía en la misericordia infinita de Jesús; pero que, simplemente para mi consuelo, le pedía tan sólo "una señal" de arrepentimiento...
Mi oración fue escuchada al pie de la letra. A pesar de que papá nos había prohibido leer periódicos, no creí desobedecerle leyendo los pasajes que hablaban de Pranzini. Al día siguiente de su ejecución, cayó en mis manos el periódico "La Croix". Lo abrí apresuradamente, ¿y qué fue lo que vi...? Las lágrimas traicionaron mi emoción y tuve que esconderme... Pranzini no se había confesado, había subido al cadalso, y se disponía a meter la cabeza en el lúgubre agujero, cuando de repente, tocado por una súbita inspiración, se volvió, cogió el crucifijo que le presentaba el sacerdote ¡y besó por tres veces sus llagas sagradas...! Después su alma voló a recibir la sentencia misericordiosa de Aquel que dijo que habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por los noventa y nueve justos que no necesitan convertirse...
Había obtenido "la señal" pedida, y esta señal era la fiel reproducción de las [46vº] gracias que Jesús me había concedido para inclinarme a rezar por los pecadores. ¿No se había despertado en mi corazón la sed de almas precisamente ante las llagas de Jesús, al ver gotear su sangre divina? Yo quería darles a beber esa sangre inmaculada que los purificaría de sus manchas, ¡¡¡y los labios de "mi primer hijo" fueron a posarse precisamente sobre esas llagas sagradas...!!! ¡Qué respuesta de inefable dulzura...!
A partir de esta gracia sin igual, mi deseo de salvar almas fue creciendo de día en día. Me parecía oír a Jesús decirme como a la Samaritana: "¡Dame de beber!"
Era un verdadero intercambio de amor: yo daba a las almas la sangre de Jesús, y a Jesús le ofrecía esas mismas almas refrescadas por su rocío divino. Así me parecía que aplacaba su sed. Y cuanto más le deba de beber, más crecía la sed de mi pobre alma, y esta sed ardiente que él me daba era la bebida más deliciosa de su amor... (Fuente: "Historia de un alma" de Santa Teresita del Niño Jesús)

ORACIÓN COMÚN
Cada grupo prepara la intención que elaboró para ser leído en la asamblea y a  cada intención respondemos cantando
En el corazón de mi madre de la Iglesia yo seré el amor
Grupo 1, 2 y 3 dice en voz alta su monición por turno. Al concluir se deja un espacio para oraciones espontáneas.
Padrenuestro
Despedida: Queridos hermanos hemos celebrado ésta vigilia dando a Teresita la palabra para que su testimonio ilumine nuestra vida. Nos despedimos comprometidos con el Señor para transformar nuestros ambientes siendo AMOROSOS con quienes nos rodean.

Canto a María: Madrecita del Carmen